Jonathan E. Endara Gutierrez

sábado, 22 de enero de 2011

Cráneos dorados de la miseria




(Son distintos poemas, con solo titulo)


I
Ha principiado el día,
Con el sol oscuro de mis caprichos,
Ha llegado alegre, precipitada…
Con un abrazo de mis remotos recuerdos.



II
Destino, una estrella fugaz…siempre el destino
Dan golpes al alma de la miseria,
Remueven nuestras vidas,
Remueven nuestras penas, fertilizan nuestros pesares.

III
No me mientas vida insensata,
Ya se la verdad del conjunto en cuanto me enteré,
No soy más que un seco picotazo de la vida
Ni menos aun que un beodo bohemio,
Soy la nada de cuanto imaginas,
El aire a la que besas.

IV
La marchita flor del antaño vive...
Como males empozados en una herida incurable,
El deliquio versado concreto de mi pulso y mi voz,
Es la zozobra de lo vetado y lo sosiego.

V
Ocluir el mundo preclaro
Para la aventura de lo irreal,
La fantasía de la noche,
Recíprocos frente al espacio
Llorando las angustias de algún pasado,
Desconsoladamente fingiendo morir,
Fingiendo vivir en nuestras sepulturas.

VI
Somos la perfecta armonía
Del perfecto químico que nos formó,
De la inteligencia que nos doto a su semejanza,
Somos el reflejo de sus ironías
O repentinamente sus experimentos, sus muñecos.

VII
¿Usted sabe de mis lágrimas saladas y confusas?
¡Que sabes de mí que solo amarme!
¡Que sientes por mi que solo amor!
Y eso a mi espejo del alma y cuerpo entero
Le gusta, le encanta demasiadamente en la manera de amarte,
No abristeis las zanjas oscuras de mis pasos
Llena de condolencias y amarguras hacia el ya.

VIII
De todo en cuanto no preguntases ¡te adoro!
Soy un hombre que vive en pleno cementerio
Que sabe llorar, reír, herir y jugar
Que tiene placer, dolor y disgustos,
No soy más que cualquier otro ser humano
En proceso de un retroceso a la hominización.

IX
El supremo es un infante y vosotros sus juguetes de caja
¡Cuídate de su sombra!
¡Cuídate de sus manos!
¡Cuídate de sus golpes!
Nos da vida cuando el quiere, nos arrebata en cuanto todo
En posición de la eternidad se cansa de los viejos muñecos
Y nos tira, sin misericordia, a la ferocidad de la inmundicia,
En ese momento es donde acabase, cesase nuestras vidas.

X
Súpito desinencia al rendirse ante el dislate del problema,
Tupir los mares con nuestras inagotables lágrimas,
El mundo no es más que un tomo de dolor en un universo sofrió
Y regresa periódicamente el día en un amanecer
Con de mi ser, una sonrisa en los perfumados labios.

XI
¿Te gusta el cielo infinito, en noches alegres?
Cuantas veces estuviste bajo los astros,
Son hermosas cuando a tus ojos son pequeñas estrellas bruñidas
Que guían hacia un camino de imaginación y misterio,
Son noches tranquilas, son noches pasibles,
Son espacios en el alma común de un ser.


XII
Lo gravoso siempre va de la destreza
De algún altruista vahído,
Nosotros en un desierto de depravación
Siempre andamos marrados y lánguidos
Y en una mirada como en una clemencia
Caen, caen indefensas las ilusiones de la dulzura.

XIII
La vida y toda su faena
Es una carta en blanca, vieja, carcomida
De la muerte; de la muerte en un anochecer.


XIV
Cuando la esperanza de ser contribuido
Se pierde en la neblina intensa de la mentira,
Brotan de por si y por que si
La verdad, lo correcto, lo concreto
Como si fuera lodo; empozan y se pegan,
Entonces, tal vez, lastimen en lo profundo de tu alma.


XV
Mi alma es un grito lloroso en el silencio
Y mis sabanas un desierto árido
Donde corren arenas de disturbios y deprecación.


XVI
Se viene el ciclón de la soledad,
Son pistones tan colosales que las penas te dan,
Presionan sin piedad la ternura de un recuerdo
¡Cuando solo quede nada del vació mundo!
¡Cuando experimenten la alegría del dolor!
¡Cuando las lagrimas cesen de tanto llorar!
Puede ser que nos deje vivir nuestras vidas
Entonces que el mundo es un libro roído,
Vuelva su movimiento en el paraíso prometido.


XVII
Y así refrenara su ira de todo su rigor
Los cosmos de la saña
Y al fin la mar detenga sus golpes
Detenga su furia y su caudal
Y sea el fin de todo un poema
Embute de dolor
Y sea el fin de lo constante
En cuanto escribí
Con pasos lentos hacia la eternidad.

Autor:
Jonathan Edwards Endara Gutiérrez
(HUAYRA)

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