Jonathan E. Endara Gutierrez

sábado, 11 de septiembre de 2010

La metafísica muerte del amor.

I.

(Óyeme)

Húmeda por el llanto y el roció y por el viento débil sacudida no lejos de mi pobre casería halle una carta que juzgue perdida.

Bajo un dosel de dalias y de rosas, aquella carta sin cesar templaba, que al besarla las auras silenciosas, prisionera entre espinas, se agitaba.

Alcé el papel, fije la vista mía, todas las letras recogiendo avara y he aquí mi bien lo que decía de mi alma de mujer, espejo claro.

Hombre del alma, el cielo dispone desnuda la verdad, quiero decirte lo que a mi voluntad el deber impone y por última vez voy a escribirte.

Mi madre, el único ser que en este mundo me quiere con verdad y con la vida y cuyo amor hacia mí es grande y profundo, no tiene fin ni cambio ni medida.

Me dice que te olvide, que no debo adorar por más tiempo lo que adoro, yo lo conozco y con razón lo apruebo, sin embargo; al escribirte lloro.

Tu no me quieres, ya me has olvidado, fue solo una ilusión que duro un día, solo una flor que el viento a deshojado cuando más arrogante te creía.

Cuando más te quise, mas mi fe te arroja del corazón, donde te alzaba altares y hoy este llanto de amor es de pesares.

Que valgo para ti? Si en verdad me quisieras no ansiarías el amor de otras mujeres ni con escusas de mi lado huyeras, ni vencieras mi amor con sus deberes.

Yo te quiero olvidar, pero; no puedo y por logarlo en fin me esfuerzo en vano, a mi propia pasión le tengo miedo, cuan débil corazón es el humano.

Recuerdo, si cuando de amores loca embargaba los sentidos, te acercaste a mi boca, tu boca y aun recuerdo ese beso en mis oídos.

Y la adorada trenza que en amores dijiste: será la prenda más querida y las fragantes flores ya marchitas que ofrecistes guardar toda la vida.

Y la carta recuerdo por ti escrita, que más tarde guarde como un tesoro y la primera y misteriosa cita y aquel encanto del primer te adoro.

II.

Solo un favor te pido, si algún día te ofrece un nuevo amor sus vaguedades; no turbes con tus ecos mi agonía, no vengas a turbar mis soledades.

Prométeme este favor si es que me quieres y el alma no me arranques a pedazos, no sabes lo que sufren las mujeres, viendo su amor en los ajenos abrazos.

Rompe mis cartas, mis testigos fieles de constantes promesas e ilusiones, no te importe romper tristes papeles al que sabe romper los corazones.

Adiós y si el olvido en brazos la dicha encuentra para mi imposible, recuerda y piensa en los amantes abrazos que destruyen mi amor ineludible.

Mas a que recordar nuestro pasado, si nos separa al fin la suerte airada, quedan tantos recuerdos sepultados, vive feliz, yo desgraciada.

Yo en un rincón de mi infeliz morada a solas con mi eterna desventura, llorare mi pasión menos preciada, entre las sombras de la noche oscura.

Triste de la mujer, siempre en la tierra, el infiel amor la voluntad le brinda y la ley del corazón en guerra, si hay penitencia completa ella sola.

La carta, misteriosa decía pues en el pliego, no terminaba aquella desgraciada quien seguía contemplado el papel me preguntaba.

¿Quién puede adivinar? Grande y profunda el enigma de la historia aquella; hay tal misterio en el amor del mundo y tantas desgraciadas como ella.

De mi mente, el recuerdo no se aparta y mire aquellas letras, una a una, al contemplar llorando aquella carta, bajo dulce rayo de la blanca luna.

Angely Vilchez.

Venezuela.

Adaptación: Endara Gutierrez, Jonathan.